Roger
N. Walsh nos describe un modelo con diez características, cualidades
o atributos, que caracterizan a la gente sana. Se dice que la persona
iluminada posee estos rasgos llevados a la más alta perfección y de
ahí que los llamen “Las diez perfecciones”.
Todos
poseemos estas cualidades en grado diferente y somos capaces de
cultivarlas practicando un estilo de vida basado en la ética, la
meditación y el desarrollo de la sabiduría. Estas diez cualidades
son:
La
determinación: El budismo establece que el grado de logro y la
comprensión de uno se deben a la propia determinación, ningún
agente externo puede intervenir por nosotros. El logro de la
verdadera salud mental requiere una intensa determinación y
esfuerzo.
La
energía: La energía y el esfuerzo son esenciales para superar la
tendencia a la pereza y a la inercia. Recientes estudios
encefalográficos han revelado que las personas que se inician en la
meditación, a veces, presentan bajos índices de agilidad cerebral y
síntomas de sueño.
La
ética: La ética es un mecanismo funcional y práctico, esencial
para el ejercicio mental y que no debe confundirse con la moralidad.
El comportamiento poco ético tiene efectos nefastos sobre la
actividad y el control mental. La falta de ética viene motivada por
emociones poderosas como la avaricia, la ira y la aversión que
aprisionan la mente y la hacen incontrolable, ocasionando estados aún
más disruptivos como la agitación o la culpabilidad.
La
veracidad: La mentira, al igual que la falta de ética, consolida las
adicciones, temores y torpes comportamientos que la motivan y trae
consigo más emociones destructivas, como la culpabilidad, la
agitación y la ira. La práctica impecable de la veracidad, incita a
la práctica de la ética, requiere un conocimiento preciso del
lenguaje y la motivación, realza la percepción clara y la memoria
de los acontecimientos, que de otra forma la mentira los
distorsionaría. También libera la mente de la culpabilidad y del
temor de ser descubierta y por consiguiente hace que disminuya la
agitación y la preocupación.
La
renuncia: La renuncia es un atributo algo extraño en nuestra manera
occidental de pensar pues tiene connotaciones de ascetismo,
sacrificio y renuncia al placer. Sin embargo en la psicología
budista quiere decir que, en realidad, se renuncia voluntariamente a
la fuente del placer con objeto de tener acceso a placeres de una
naturaleza más profunda y permanente.
La
paciencia: La impaciencia es la consecuencia de la insatisfacción
causada por la experiencia presente y por el ansia de la experiencia
anticipada. El resultado es un estado mental de inquietud
caracterizado por el desasosiego y la fantasía. La palabra
paciencia, la relacionan los budistas con la tolerancia, la
indulgencia y la clemencia. La mente paciente no se irrita con
facilidad, perdona rápidamente, es ética, indulgente consigo mismo
e incluso perdona a aquellos que no lo son; dicho de otro modo, es
paciente no sólo con situaciones y cosas, sino también con las
personas y sus dificultades.
La
ecuanimidad: La mente que reacciona mediante condicionamientos
automáticos de agrado y desagrado está dominada por el placer y el
dolor. Dicha mente está a merced del entorno, es turbulenta, difícil
de controlar, no tiene poder de concentración, es inconstante en el
propósito y la orientación. Se vuelve insensible a la percepción y
a la intuición. A fuerza de entrenamiento, la reactividad
condicionada por fuertes impulsos afectivos disminuye y poco a poco
la mente se vuelve menos susceptible y más serena. De esta forma, es
más fácil controlarla y permanece imperturbable frente a múltiples
experiencias, es capaz de ser ecuánime.
La
generosidad: Parece ser que es un poderoso inhibidor de hábitos
mentales como la avaricia, la ansiedad y el odio. Según las
investigaciones contemporáneas, las personas psicológicamente
maduras son más caritativas y ayudan más al prójimo que las
inmaduras. El ser totalmente iluminado actúa espontáneamente y de
la mejor manera para servir al prójimo. Por lo tanto, el dar ya no
es un sacrificio, sino una expresión natural y alegre de la
perfecciones de bondad, renuncia y ética que comúnmente están
relacionadas entre sí.
La
bondad: La psicología budista describe varias prácticas para
cultivar la bondad. Algunas son similares a ciertas técnicas de
cambio de comportamiento, como la insensibilización sistémica. Sin
embargo en lugar de que la serenidad reemplace a la ansiedad, en las
prácticas budistas de bondad se reemplazan los estados perniciosos
como la ira y el odio. Estas prácticas están basadas en los poderes
estrictos de la concentración, donde uno puede percatarse de la
experiencia de la bondad u otras cualidades deseadas.
- Se recomiendan cuatro cualidades: la bondad universal, la misericordia universal, la alegría de conocer el bienestar de los demás y la ecuanimidad.
- Cuando la mente totalmente concentrada está en posesión de estas cualidades sin vacilaciones, se dice que produce estados sumamente positivos y beneficiosos. Cuando la estricta concentración se relaja, estas cualidades tienden, en parte, a disiparse aunque queda la predisposición para el futuro y desaparece la ira.
- Cuando la bondad se ha perfeccionado, ya no depende de los estados específicos de conciencia, sino que surge espontáneamente.
La
sabiduría: La sabiduría tiene muchos niveles, se necesita una
cierta cantidad de ella para iniciar cualquier ejercicio mental.
Estos ejercicios disminuyen las distorsiones perceptivas, los
hábitos, los sentimientos y el comportamiento pernicioso y conducen
a una percepción más clara y a una mayor concentración. El
resultado es un ciclo de retroalimentación positivo, en el cual se
reconoce, gracias a la sabiduría, la necesidad de desechar los
hábitos perniciosos y cultivar los buenos, que a su vez conducen a
una mayor sabiduría. Llegando así, a una profunda intuición y
entendimiento, y a una comprensión de la naturaleza contraproducente
de los medios a través de los cuales buscamos la felicidad.
La
persona que así lo comprende se convierte en Boddhisattva, o sea el
que siente comprometido con la total iluminación y con la ayuda
desinteresada al prójimo.
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