Leyenda Hindú “Vaso lleno no suena”

Porque muchas veces, es necesario tener la mente vacía para que resuene en nosotros una viva melodía, compartimos con vosotros esta preciosa leyenda hindú (desconozco su autor). Disfrutarla y nunca olvidéis estas palabras: “vaso lleno no suena”

Leyenda Hindú “Vaso lleno no suena”

Como era costumbre, el lama ofrecía enseñanzas a los monjes y a los aprendices del monasterio. Siguiendo la disciplina del Buda se interesaba mucho en captar la transitoriedad de todos los hechos y fenómenos, así como vaciar su mente de los pensamientos y, en realizar meditaciones profundas, sintiendo en su interior el vacío, sintiendo la voz de la mente iluminada.  Enseñaba a sus discípulos técnicas para que pudieran vaciar su mente de cosas inútiles que lo único que hacían era aturullar su mente.

“Vaciaos, vaciaos”, exclamaba incansablemente a los discípulos.

Tanto insistía en ello, que algunos discípulos fueron a donde su maestro y le preguntaron respetuosamente:

“Noble maestro, usted sabe que somos fieles a vuestra enseñanza y que en ninguno de los casos dudaríamos de una palabra suya, pero no entendemos por qué das tanta importancia a que nos vaciemos… ¿Acaso, no le das demasiado énfasis a ese aspecto?” 

“Me gusta mucho que se me cuestiones, esa es señal de que habéis estado reflexionando”, dijo el lama.  “Ahora debo llevar a cabo sin demora mi práctica diaria de meditación, pero os convoco a todos para hoy al anochecer en el santuario, para explicaros el porqué de mi insistencia en que os vaciéis. Sólo una única condición, que cada uno de vosotros traiga un vaso lleno de agua.”

Los discípulos asombrados sobre todo por la última petición, ¿Para qué un vaso de agua? ¿Será un ritual? ¿Alguna ofrenda a nuestras queridas deidades? Durante el día fueron muchas las conjeturas de los discípulos sobre la extraña petición del maestro. Algunos decían que iba a tratarse de una ceremonia, otros pensaban que el maestro les iba a tener toda la noche leyendo relatos y que ese sería el motivo del vaso de agua, otros muchos, se encogían de hombros indicando no tener la menor idea del porqué...

Así, entre conjeturas, el sol tomo color anaranjado y comenzó a ocultarse entre las montañas indicando que la tarde estaba dando el relevo a la mañana. Los discípulos fieles al maestro se presentaron en el santuario, cada uno con su vaso lleno de agua, y ansiosos esperaron las palabras del maestro.

“Buenas tardes”– comenzó el maestro con una sonrisa en la boca. “Veo que todos habéis venido con vuestro vaso lleno de agua. Muy bien, ¡así me gusta! Ahora, vais a hacer algo muy simple. Por favor, golpear los vasos con un objeto. Quiero escuchar el sonido que vuestros vasos son capaces de emitir”

Si a la mañana los discípulos quedaron atónitos con las palabras del maestro, ahora con su petición, no daban crédito. Aun así, hicieron lo que el maestro pidió, y de aquellos vasos no se oyó más que un sonido sordo, muy lejos de lo que llamamos melodía, fue algo muy grosero...

Entonces, el maestro volvió a decirles: “ahora, queridos discípulos, vaciar vuestros vasos y volver a golpearlos con el mismo objeto”

Y los discípulos, así lo hicieron. Del golpe sobre esos vasos vacíos brotó un sonido vivo, armonioso e intenso.

Los monjes se miraron los unos a los otros y después miraron al lama en busca de sus palabras. El maestro les sonrió y les dijo:

 “Vaso lleno no suena; luego mente saturada no brilla. Felices sueños.”

Los discípulos entendieron la enseñanza al momento y para siempre quedaron grabadas las palabras “vaso lleno no suena”.




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