De
entre la bibliografía clásica del Yoga hay que destacar Los Yoga
Sutras de Patañjali, una obra redactada por el sabio indio
Patañjali, personaje clave de la literatura yóguica y que, se cree,
vivió en el siglo III a. C. Los Yoga Sûtras de Patañjali es un
conjunto de textos escritos en sánscrito en los que recogen una
serie de sutras o aforismos. Estos sutras y aforismos nos muestran
cuáles son los ocho pasos que todo yogui debe seguir para alcanzar
la visión del alma.
Estos
ocho pasos deben ser escrupulosamente respetados por cualquier
escuela de Yoga. Al fin y al cabo, todas las escuelas provienen de
una primera rama y esa rama es la que, para muchos historiadores del
Yoga, inauguró de manera teórica Patañjali poniendo palabras a lo
que ya venía realizándose desde hacía tiempo.
En
nuestro artículo dedicado a las etapas del Yoga ya hicimos una
relación de cuáles eran esas ocho etapas u ocho pasos que deben
seguirse para verse beneficiado con todas las virtudes del Yoga. Esos
ocho pasos eran los siguientes: Yama o correcta relación con los
demás, Niyama o auto control personal, Asanas o posturas o
ejercicios adecuados, Pranayama o respiración adecuada, Prathyahara
o abstracción de los sentidos, Dharana o concentración, Dhyana o
meditación, reflexión y contemplación, y, finalmente, Samadhi o
supraconciencia.
En
esta sección dedicada al Yoga y su práctica ya hemos dedicado más
de un artículo a las diferentes asanas, a algunos ejercicios de
respiración y a alguna que otra técnica de meditación. En esta
ocasión vamos a intentar profundizar en los Yamas, el primer
conjunto de pasos de los ocho que hay que dar en la ruta marcada por
Patañjali para alcanzar la supraconciencia.
Los
Yamas, que son cinco en total, son, por decirlo de algún modo, los
fundamentos básicos de la práctica del Yoga. Los Yamas deben estar
presentes en la vida de cada persona que practique el Yoga y deben
guiar sus pasos.
Los
cinco Yamas descritos por Patañjali son los siguientes: Ahimsa,
Satya, Asteya, Bramacharya y Aparigraha. Veamos en qué consiste cada
uno de ellos.
Ahimsa
Ahimsa
es un término sánscrito. Su contrario, himsa, podría traducirse
como violencia. Así, cuando hablamos de Ahimsa estamos hablando de
un mandato muy claro y que es un mandato capital en el universo
yóguico: el de no usar la violencia contra ningún ser que tenga la
capacidad de sentir. Es decir: el de no dañar a los demás. Para
ello debemos eliminar nuestros sentimientos de negatividad. Son ellos
los que nos hacen juzgar a los demás. Son ellos los que nos hacen
volcar nuestra ira sobre los demás. Aceptar las cosas tal y como
vengan y reforzar nuestro sentido de la compasión hacia los demás
nos permitirá reforzar nuestra Ahimsa.
Este
mandato, por otra parte, hace referencia no solo a la obligación de
no dañar a los demás. También nos obliga a no dañarnos nosotros
mismos cuando, por ejemplo, realizamos una asana. Conocer nuestros
límites y realizar las prácticas de Yoga de manera muy consciente y
meditada nos evitará lesiones. Para evitar daños, hay que buscar en
todo momento el patrón óptimo de alineamiento esforzándose de
manera consciente e inteligente pero sin forzar.
Satya
Satya
es el segundo de los Yamas. Esta palabra sánscrita puede ser
traducida como honradez o verdad. Satya guardo con Ahimsa y con el
resto de Yamas una relación de refuerzo mutuo. ¿Qué queremos decir
sin eso? Que unos Yamas, para existir perfectos y en verdad, deben
cumplir los requisitos de los otros Yamas.
Satya
nos exige ser auténticos, es decir, nos exige mostrar nuestros
verdaderos deseos y no los que, en ocasiones, creamos a la medida de
lo que creemos que es nuestra vida posible o los que nos inculcan
creer que son los que más nos convienen.
Para
cumplir este Yama hay que combinar humildad, sinceridad y valentía.
Humildad para reconocernos tal y como somos y sinceridad y valentía
para afrontar nuestras relaciones con los demás.
En
lo referente a nuestra manera de realizar las prácticas de Yoga, hay
que hacer hincapié en que la Ahimsa se debe mostrar en el ejecutar
las posturas ateniéndose a la pureza de las mismas y al alineamiento
corporal correcto.
Asteya
No
robar. Ése es el mandato de este tercer Yama. ¿Sencillo? No tanto.
Y es que la palabra robar no solo es empleada en Yoga de manera
literal. No estamos hablando, pues, de ir a casa del vecino y
quitarle algo a escondidas. Al hablar de Asteya estamos hablando de
tomar algo que no nos pertenece. Malgastar recursos que no podemos
reponer sería, en todo caso, incumplir el mando de este Yama.
Simbólicamente, robar sería, también, robar la alegría a quienes
nos rodean. O su energía. O llegar tarde a las citas (estamos
robando tiempo a los demás cuando lo hacemos).
Como
sucedía con Ahimsa y con Satya, Asteya puede tener también una
lectura sobre nuestra propia práctica yogui y sobre nuestra manera
de ejecutar nuestras asanas. Una forma de robar es también, que al
practicar las asanas una parte del cuerpo realice el trabajo que debe
realizar otra. Si eso sucede, ¿cuál es el resultado? Una más que
probable lesión. Hay que evitar, pues, que esto suceda.
Bramacharya
Hay
quien dice que esta es la palabra peor traducida de entre las cinco
que forman los Yamas. Se la suele relacionar con la castidad, aunque
lo más adecuado sería relacionar el Bramacharya con el control de
los sentidos (indriyas). El mandato, pues, para ser un buen
practicante de Yoga y poder así seguir los ocho pasos marcados por
Patañjali en su obra, es ser moderado y austero. ¿Porque sí? No.
Por un motivo muy sencillo: porque evitando el apego al placer se
evita, posteriormente, el dolor que puede producir su pérdida.
Otros
maestros y teóricos del Yoga han hablado del Bramacharya como del
mandato de no malgastar nuestra energía. Esto, en el ámbito de
práctica de Yoga, tendría un significado muy directo: hay que
administrar la energía mientras realizamos nuestras asanas.
Conseguir el máximo efecto con el menor empleo de energía debe ser
un imperativo para quien vaya a realizar una práctica de Yoga.
Aparigraha
¿Cuántas
posesiones de las que tenemos nos resultan verdaderamente
imprescindibles? Seguramente muy pocas. Pero, por naturaleza,
tendemos a la codicia. Y es la codicia la que nos hace acaparar más
posesiones de las que verdaderamente necesitamos para ser felices.
Aparigraha es, de entre todos los mandatos incluidos en los Yamas, el
que ordena a aquél que quiera alcanzar la supraconciencia el
renunciar a aquellas posesiones que son innecesarias en la vida.
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